Como informáramos anteriormente en nuestro boletín, Luis Inda, representante de nuestra parroquia, participó en el Programa para Agentes Pastorales "Acoger, Discernir, Acompañar" (ADA), ofrecido por el Arzobispado de Santiago. El programa tuvo por objeto formar gentes Pastorales en teología y derecho del matrimonio canónico con actitudes adecuadas para acoger a parejas que viven situaciones complejas que pudieran conducir a un dictamen sobre la validez de su consentimiento.
¿En qué consiste este programa?
La experiencia de la Iglesia universal permite concluir que muchos matrimonios que experimentan el fracaso, creen - con razones justificadas - que su matrimonio por la Iglesia no habría sido válido desde el punto de vista canónico.
El Santo Padre respondió a esta realidad mediante una reforma al procedimiento para discernir respecto de la validez o no de un matrimonio canónico. Los obispos así lo habían solicitado en el Sínodo de 2014. Hasta ahora, un proceso judicial que llevaba a descubrir la realidad de un matrimonio era difícil, costoso, largo, etc., y los fieles se desanimaban ante las estructuras jurídicas de la Iglesia a causa de la distancia física o moral, por lo que no iniciaban el camino que les podría llevar a la claridad.
Porque así lo dispuso Jesús, la doctrina de la indisolubilidad del vínculo conyugal permanece invariable, como un bien de las familias, de la Iglesia y de la sociedad.
Se trata, por el contrario, sólo de modificaciones al proceso judicial ordenado a hacerlo más simple, cercano y expedito, agregando una etapa pre-judicial, una investigación preliminar que será llevada a cabo en las parroquias, a cargo del párroco y agentes pastorales calificados. El proceso judicial mismo se lleva a cabo bajo la responsabilidad del obispo diocesano, cuya sentencia - si corresponde - es definitiva, salvo una apelación a la Rota Romana.
El Programa ADA fue desarrollado como respuesta a ese problema con el objetivo de preparar laicos con las condiciones adecuadas para acoger a quienes se encuentran en dolorosas situaciones.
Acoger, con el máximo respeto, caridad y misericordia, a los fieles que sufren la herida del amor que se ha roto, personas separadas o de parejas en crisis, para comprobar la verdad sobre su pasado conyugal y restablecer la recta conciencia sobre el matrimonio mismo y la dignidad personal de cada uno. Todo esto teniendo presente la ley suprema de la salvación de las almas, que constituye el fin último de las instituciones eclesiásticas.
Un acompañamiento que deberá hacerse con el máximo respeto ["Quítate el calzado porque la tierra que pisas es tierra santa"], que puede ayudar a superar una crisis matrimonial, que muchas veces se rompe por pequeñeces, pero también llamado a verificar, en los casos concretos la verdad de la validez o no del matrimonio.
Párroco y agentes pastorales asumen la responsabilidad de ACOGER a toda persona que experimenta una realidad dolorosa en su matrimonio; DISCERNIR respecto la eventual invalidez del vínculo y, en todo caso, ACOMPAÑAR a ambos cónyuges, o al menos uno de los dos, en el proceso propiamente judicial y, paralelamente, animarles en el camino de su vida cristiana, en la comunidad, en los sacramentos. Que la Madre Iglesia se haga accesible a los hijos que eventualmente han abandonado la práctica religiosa y se consideran separados de Ella.