Pensamientos de la Madre Teresa de Calcuta, sobre la familia y la paz:
Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, Empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias. Si queremos sembrar alegría en derredor nuestro, precisamos que toda familia viva feliz.
Algunos padres están llenos de amor y de ternura hacia sus hijos. Recuerdo el ejemplo de una madre que tenía doce hijos. La más pequeña de todos, que era niña, estaba afecta de una profunda minusvalía. Me resulta difícil describir su aspecto, tanto desde el punto de vista físico como emocional. Cuando se me ocurrió brindarme a acoger a la niña en uno de nuestros hogares, donde teníamos otros en condiciones parecidas, la madre prorrumpió en sollozos: –¡Por Dios, Madre Teresa, no me diga eso! Esta criatura es el mayor regalo que Dios ha hecho a mi familia. Todo nuestro amor se centra en ella. Si se la lleva, nuestras vidas carecerán de sentido.
Hoy todo el mundo da la impresión de andar acelerado. Nadie parece tener tiempo para los demás: los hijos para sus padres, los padres para sus hijos, los esposos el uno para el otro. La paz mundial empieza a quebrarse en el interior de los propios hogares. De vez en cuando deberíamos plantearnos algunos interrogantes para saber orientar mejor nuestras acciones.
Deberíamos plantearnos interrogantes como éste: ¿Conozco a los pobres? ¿Conozco, en primer lugar, a los pobres de mi familia, de mi hogar, a los que viven más cerca de mí: personas que son pobres, pero acaso no por falta de pan? Existen otras formas de pobreza, precisamente más dolorosa en cuanto más íntima. Acaso mi esposa o mi marido carezcan, o carezcan mis hijos, mis padres, no de ropa ni de alimento. Es posible que carezcan de cariño, porque yo se lo niego. ¿Dónde empieza el amor? En nuestros propios hogares. ¿Cuándo empieza? Cuando oramos juntos. La familia que reza unida perma guntémonos si somos conscientes de que acaso nuestro marido, nuestra esposa, nuestros hijos, o nuestros padres viven aislados de los demás, de que no se sienten queridos, incluso viviendo con nosotros. ¿Nos damos cuenta de esto? ¿Dónde están hoy los ancianos? Están en asilos (¡si es que los hay!). ¿Por qué? Porque no se los quiere, porque molestan, porque...
La mujer ha sido creada para amar y ser amada. La mujer es el centro de la familia. Si hoy existen problemas graves, es porque la mujer ha abandonado su lugar en el seno de la familia. Cuando el hijo regresa a casa, su madre no está allí para acogerlo ¿Cómo podremos amar a Jesús en el prójimo si no empezamos por amarlo en las personas que tenemos a nuestro lado, en nuestro propio hogar?
No es necesario desplazarse hasta los suburbios para tropezar con la carencia de amor y encontrar pobreza. En toda familia y, vecindario existe alguien que sufre. Hacedme caso: si no prestáis un sacrificio gratuito a quienes están a vuestro lado, tam e instalase el amor en el interior de la familia, el mundo cambiaría para bien. Los jóvenes de hoy, como los de cualquier tiempo, son generosos y buenos. Pero no debemos engañarlos estimulándoles a consumir diversiones.
La única manera de que sean felices es ofrecerles la ocasión de hacer el bien. El amor comienza por el hogar. Si la familia vive en el amor, sus miembros esparcen amor en su entorno.
Señor, enséñame a no hablar como un bronce que retumba o una campanilla aguda, sino con amor. Hazme capaz de comprender y dame la fe que mueve montañas, pero con el amor. Enséñame aquel amor que es siempre paciente y siempre gentil: nunca celoso, presumido, egoísta y quisquilloso. El amor que encuentra alegría en la verdad, siempre dispuesto a perdonar, a creer, a esperar, a soportar.
En fin, cuando todas las cosas finitas se disuelvan y todo sea claro, haz que yo ha ya sido el débil pero constante reflejo de tu amor perfecto.
Santa Teresa de Calcuta
Fuente: Catholic.net