Este domingo 30 de mayo celebramos la Fiesta de la Santísima Trinidad, día que nos recuerda este dogma de fe y gran misterio en el que creemos que Dios está en tres personas a la vez: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Para ayudarnos a entender mejor este misterio le hicimos una entrevista al Padre Rodrigo Cordero, recientemente nombrado director del Departamento de Catequesis del Arzobispado de Santiago.
¿Qué es lo que celebramos en la Fiesta de la Santísima Trinidad?
Un misterio muy profundo: el único Dios en el que creemos es una comunión de tres personas distintas entre sí (cf. CEC, 254), aunque profundamente relacionadas. Junto con ello, nos alegramos de que cada vez que entramos en diálogo o adoramos a una de esas Personas Divinas, entramos en comunión con las tres. Es importante señalar que adherimos a esta verdad de fe, no por deducciones lógicas, sino por que se nos ha revelado: Jesucristo nos la ha dado a conocer (cf. CEC 237).
¿Cuál es la importancia de la Fiesta de la Santísima Trinidad para los católicos?
Podemos poner atención en un aspecto esencial para nosotros: la comunión. Todo en la Iglesia deriva de la íntima relación que existe en la Santísima Trinidad y por ello, la propia Iglesia es llamada a vivir esa comunión en el mundo. Celebramos y aplicamos a nuestra vida que «Dios no es soledad, sino comunión perfecta» como nos enseñó Benedicto XVI (Benedicto XVI, Ángelus, 22.05.2005).
¿Cómo acercar el misterio de la Santísima Trinidad a los católicos, cómo ayudar a entenderlo?
Creo que es importante buscar una comprensión y una bajada a la vida, pero sin pretender agotar el misterio. Esto se puede realizar mediante algunos medios privilegiados, como la oración, puesto que en ella, el Espíritu Santo nos permite entrar en la intimidad de Dios, pues cada vez que hablamos con Jesucristo, estamos, por su intercesión dirigiéndonos al Padre en el Espíritu.
Otro camino es la catequesis, por la cual podemos ir comprendiendo la forma en que la Trinidad se manifiesta en la historia de la salvación. En este sentido, una correcta catequesis puede explicar qué es lo que creemos, a niños y adultos que se inician en la fe, pero teniendo el cuidado de no utilizar de mal modo analogías o imágenes, por ejemplo, cuando se quiere explicar el misterio asemejándolo con elementos de la naturaleza. En ese sentido, es necesario saber que cualquier figura retórica se queda corta ante la inmensidad del misterio trinitario (cf. CEC, 42).
La Santísima Trinidad es un dogma de fe ¿Por qué? ¿Qué implica para los católicos esto?
Significa que esta verdad ha sido creída desde los primeros momentos de la Iglesia. Esto ya se puede ver en los textos del Nuevo Testamento que señalan el mandato y la práctica de realizar bautismos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por ello la Iglesia ha ido desarrollando una doctrina y una reflexión sobre este misterio que se entiende como revelado por Dios en Jesucristo y que por lo tanto, debe ser creído por todos los cristianos (Cf. CEC 249-250).
De esta convicción común respecto a una verdad revelada, la Iglesia ha avanzado en una comprensión más profunda, en la expresión de los símbolos de la fe (los Credos) y en la estructura de los catecismos que se han desarrollado para la educación de la fe del pueblo creyente.
¿Es más potente o tiene más frutos pedirle a alguna de las personas de la Santísima Trinidad algo que deseamos?
Esta pregunta es muy difícil, porque implica reconocer que en la historia de la Salvación siempre actúa la Santísima Trinidad, toda ella en sus tres personas. Sin embargo, la Iglesia ha aprendido que toda oración que realizamos, en el fondo, se dirige al Padre, pero que sólo es posible cuando lo hacemos en el Nombre de Jesús, iluminados por la acción interior del Espíritu Santo.
En ese sentido, el Catecismo de la Iglesia (CEC) enseña que “no hay otro camino de oración cristiana que Cristo. Sea comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos ´en el Nombre´ de Jesús. La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre” (CEC, 2664). Por ello, cualquiera sea la fórmula de oración que utilicemos, incluso cuando invocamos al Espíritu Santo, el camino es Jesucristo.
Le damos las gracias al Padre Rodrigo Cordero por ayudarnos a entender mejor este precioso misterio.
¡Vivamos con fe y esperanza esta gran fiesta!